Alien: Romulus de Fede Álvarez, El Desafío de Revitalizar el Clásico de Ciencia Ficción y de Terror
Es muy fácil criticar, pero es infinitamente más difícil crear. Y eso tiene un plus cuando se tiene la misión de revitalizar una franquicia millonaria. Hay que realizar un ejercicio de ingeniería inversa para entender cuáles son los conceptos principales que han caracterizado la saga. Pero, a la vez, hay que llevar la franquicia más allá si quiere que se mantenga con vida y fresca. Es más complicado si se está hablando de una saga con tantas inconsistencias como es Alien. Es una IP por la que todos sus directores han buscado dejar su huella, con mayor o menor acierto, con lo que tiene cimientos que han ido cambiando constantemente.
La puntilla está en el retorno de Ridley Scott: el realizador buscó reescribir el mito, ampliar su mitología, cuestionar todo lo que se creía saber sobre Alien y lanzar una epopeya espacial de filosofía nihilista tanto en Prometheus como en Alien: Covenant. No siempre acertó, pero no se puede negar su riesgo a la hora de darle una vuelta de tuerca a todo lo que cabe esperar de este universo.
Corte a: 2024. Llega Alien: Romulus dirigido por el uruguayo Fede Álvarez. A pesar de haber revitalizado en home invasion con la influyente, No Respires (Don’t Breathe), al contrario que los otros directores que han pasado por Alien, es alguien que se ha caracterizado más por relanzar franquicias prexistentes que por crearlas él mismo. Y esa cuestión es algo que explica su acercamiento a la saga Alien.
Alien: Romulus es un potentísimo ejercicio de estilo, con una cuidada fotografía de Galo Olivares (cuyo trabajo ya llamó la atención en Gretel & Hansel), un espectacular sentido del ritmo, un diseño de producción basado en efectos prácticos (lo cual hace más inexplicable cierta decisión que se desarrolla más adelante), un simbolismo interesante y una atmósfera muy opresiva con una tensión constante. Es un artefacto de entretenimiento que da aquello a lo que debería aspirar todas las películas que llegan a la gran pantalla: lucir como algo digno de verse en esas circunstancias y no en el sofá de casa mientras tienes multitud de distracciones. Y, por desgracia, se ha llegado a un punto en el que el que los blockbusters que atiborran la gran pantalla parecen hechos para verse en la televisión, de consumo fácil.
Sin embargo, hay un gran pero que enturbia todo lo anterior: el respeto reverencial y las ganas de emular las grandes secuencias y planos de la franquicia son empalagosos. El fan service es uno de los grandes problemas del cine comercial contemporáneo: satisface los deseos más húmedos de los seguidores, pero hacen un daño imborrable a largo plazo al no dejar de ser un copiar/pegar en lugar de algo nuevo. Mas allá de las guerras absurdas y de que hay un tipo de público que cree que esto les va a hacer revivir lo que sintieron décadas atrás (como si el niño que una vez fueron tuviesen secuestrado el entretenimiento de masas y sólo se pudiese producir las mismas cosas en un bucle), este aspecto está produciendo una gran alienación para buena parte de la población: impide que el cine cree una nueva mitología, una nueva manera de entender la cultura. Es como si en los 2000 todo se hubiese estancado y esta nueva entrega de Alien es víctima de esta tendencia. Parece más empeñada en que el espectador recuerde, como si fuese un greatest hits, que en generar novedosos momentos icónicos.
Eso es un problema grave que lastra el guion firmado por el propio Álvarez junto con Rodo Sayagues. El guion (salvo por un par de conveniencias y de partir de una premisa a la que se le podría haber dado una vuelta más) es bastante sólido. Es muy valorable la manera en la que se le consigue sacar partido al espacio y tiene un desarrollo de personajes muy logrado. Pero también tiene una falta de foco proveniente de que quiere ser una coctelera de todos los momentos de Alien, aunque eso suponga que se rompa el tono. Consigue ser muy satisfactorio en algunas secuencias y muy frustrante en otras. Y creo que he conectado cuanto más loca se vuelve, como en ese divisivo tercer acto.
Si alguien destaca poderosamente en este filme esa es Cailee Speany. Lo consigue evitando imitar a la inalcanzable Ripley y encontrando su propia identidad. Es una actriz con una carrera muy potente y que no deja de crecer, demostrando que puede cargar sobre sus hombros el protagonismo de una de las franquicias más importantes de la industria. Y lo hace con una interpretación muy expresiva donde importa más lo que no se dice que lo que se verbaliza. La otra pata sobre la que se sostiene el filme es David Jonsson, quien ha tenido que dar vida a un personaje robótico con el desafío de que se bifurca en dos personajes en uno sólo. Y el actor consigue llevarlo de sobresaliente, despertando constantemente distintas emociones en el espectador. El resto de reparto, con nombres como Isabela Merced o Archie Renaux, es muy competente defendiendo sus personajes, aunque tampoco tengan mucho que hacer.
Y se llega la hora de abrir el melón más cuestionable del filme. AVISO DE SPOILER. Algo que sí que me parece profundamente problemático es el empleo del deepfake empleado con el actor Ian Holm. Más allá de que contaran con la aprobación de su familia, emplear ese recurso con un actor que ha fallecido (cuando ese personaje podría haberse sustituido por otras vías), abre un debate de implicaciones morales muy amplias. De acuerdo con que se realizó de forma ética, pero el problema está en el fondo. ¿Realmente era la mejor opción? FIN DEL SPOILER. La IA es un asunto abierto, pero espero que se zanje de la manera menos deshumanizante posible.
Alien: Romulus es una película muy eficiente que da aquello que se echaba de menos en esta franquicia desde hace mucho tiempo. Pero, a la vez, es una película excesivamente dependiente del fan service y que parece que no se ha atrevido a abrazar la verdadera esencia de Alien: que cada nueva entrega hiciera evolucionar el concepto. Siempre ha sido algo tan moldeable hasta el punto que cualquier sensibilidad lo puede hacer suyo. Tras el disfrute catártico y satisfactorio que proporciona esta película en la sala del cine, difícilmente te dejará impactado cuando salgas de ella.
Teoría gratis:
Aunque esa es mi visión del filme quiero señalar que soy guionista y he dirigido un par de cortos. Sé lo difícil que es levantar un proyecto, a pequeña y gran escala. Sé lo que se arriesga y que la mera existencia de cualquier película es un milagro. Ya no que salga perfecta… Por eso tengo mucho respeto al acto creativo y Fede Álvarez, en sus mejores secuencias, me parece uno de los mejores directores de género en activo. La misión que se le ha encomendado es muy difícil y el resultado es notable, aun con todo.
Dicho esto, me gusta estudiar el trabajo de un director en base a cuáles son sus señas de identidad. Tal vez, por eso no puedo dejar de ver a Alien: Romulus como un remake de No Respires. Comparten la misma estructura: un grupo de víctimas del sistema se infiltran en propiedad ajena debido a lo que parece un trabajo fácil. Su objetivo es conseguir ahí una recompensa que les permita salir de su situación. Pero se encuentran un antagonista monstruoso que es una máquina de matar imparable. Eso los lleva en un viaje claustrofóbico, oscuro y violento de supervivencia, mientras van cayendo uno a uno. Finalmente, la protagonista es la única superviviente y tiene que enfrentarse a la idea de una maternidad no deseada (propia o ajena). Todo ello le lleva a aprender a que debe ser más empática con su entorno.
Sí, soy consciente de que hay una infinidad de películas con esa premisa. Pero me resulta muy curiosa esa rima y que un mismo director escoja constantemente un mismo tipo de personajes pasando por idénticos arcos y con un clímax que oscila por los mismos temas. Es demasiado específico como para no ver esos paralelismos.
Sea como fuere, estoy deseando ver hacia donde nos lleva los siguientes pasos de Fede Álvarez. Tiene todo el potencial para sorprender al mundo, como ha demostrado con Calls o la mencionada No Respires.